LA PALABRA PRONUNCIADA POR LOS LABIOS DEL PROFESIONAL
Prof. HIDIAN MEDINA CASANOVA
La gramática define la palabra como el sonido o conjunto de sonidos
articulados que expresan una idea. También se presenta como la unidad
lingüística dotada de significados que se separa de las demás, mediante pausas potenciales en la pronunciación.
Siendo éste el instrumento natural más eficáz de que dispone el hombre para
intercambiar con sus semejantes, así como para transmitir su inteligencia,
conocimientos y emociones, lo razonable es que se haga un uso adecuado de
ella para que la alternabilidad, el juego de las ideas y el diálogo, cumplan su
verdadero sentido humano y social.
La palabra dicha de forma correcta se puede catalogar como columna dorsal
de la cultura; cuando es clara y precisa contribuye poderosamente en el
entendimiento humano, pero no es solamente producir palabras lo que importa
entre gente civilizada, sino decirlas con arreglo al buen sentido, en tono
adecuado y dentro de las reglas gramaticales, rodeándola de las disciplinas que
imponen la decencia y las buenas costumbres.
La palabra expresada con propiedad, con significado exacto de la idea que se
desea exponer producto de la reflexión, revela el grado de cultura, la
inteligencia y la educación del individuo.
La palabra bien usada, es hermosa; atrae e impresiona tan gratamente que
resulta influyente, persuasiva y convincente.
El profesional es la persona quien mejor debe manejar la palabra, por diversas
razones. Este debe estar preparado para entender lo que se le dice, lo que él
dice y para qué lo dice. A él se le impone la obligación de ser claro en sus
exposiciones, diciendo justamente cuanto desea, sin mutilar las ideas, y
dejándose entender, sin más y sin menos, en lo esencial de su propósito; la
palabra dicha con sentido, justeza y altura, inspira la consideración, el respeto
y la benevolencia de los demás.
La limpieza del lenguaje y la firmeza de la palabra enaltecen la personalidad y
junto con ello la autoridad e influencia, por esto el profesional debe estar en la
plena posesión de los medios de expresión, que no son sólo las palabras y los
gestos, sino también las tonalidades en sus articulaciones, así como la forma
atractiva y grata, combinada con el razonamiento, la riqueza del vocabulario y
la destreza de su ingenio.
En un debate serio y sostenido, la palabra bien manejada coloca de forma
ventajosa a quien así actúa, es más, lo sitúa en el umbral del éxito.