“Reflexiónes de Jesús Méndez

“Resignación”
La palabra resignación es, sin duda, sinónimo de conformidad.
En la historia de la humanidad, no ha existido una sola persona que no haya sido protagonista de un hecho lamentable, como la pérdida de un ser querido.
Son momentos amargos en nuestra vida, esos que nos llenan de melancolía y tristeza, e incluso nos pueden llevar a la depresión. Surgen cuando algo o alguien se aleja de nuestro lado, ya sea por causas naturales o por los imprevistos de la vida, como la pérdida de una mascota, el rompimiento de una pareja, o incluso la pérdida de algún bien material.
Pero el dolor más grande que nosotros, como seres humanos, experimentamos es la pérdida de un ser querido, ya sea un miembro de la familia o un entrañable amigo.
Nos vemos obligados a resignarnos a dejar de ver, oír o tocar a ese ser que, día tras día, fue parte de nuestra vida. Es tan difícil como perder la mitad de nuestro pulmón o de nuestro corazón.
Es una de las batallas más grandes que libramos en nuestra vida, ya que se trata de una lucha emocional entre los apegos formados por uno de los lazos más fuertes: el lazo sentimental.
La resignación nos ayuda a reconstruir nuestro corazón, sanando las heridas dejadas por la pérdida o partida de aquello o aquel que tanto amamos.
Recordemos que todo es prestado en este mundo terrenal: nuestra madre, hijos, hermanos, pareja sentimental, amigos y bienes materiales. Incluso la vida misma.
Busquemos vivir a plenitud, rodeados de nuestra familia y amigos, ya que todo es pasajero.
No nos aferremos a nada, solo a las cosas de Dios, y así encontraremos paz en nuestra vida y resignación ante todo lo que debamos enfrentar en nuestro presente y futuro.