Un País Rumbo al Desguace

Desahogo patriótico
Por: Jesús Méndez Cepeda
Cuando una nación pierde su institucionalidad y el orden de las cosas, se pierde la sostenibilidad de un Estado como nación y, por consiguiente, se desorienta su población.
Este es el caso que se está viviendo hoy en día en nuestro país, República Dominicana.
Tanto las instituciones públicas como privadas, así como la estructura del Estado, compuesta por las instituciones civiles y militares, han perdido su base orgánica, la cual es el núcleo fundamental de un Estado próspero y sostenible.
La Armada Dominicana, en conjunto con los demás cuerpos castrenses y la Policía Nacional, se han desvinculado de sus estamentos institucionales orgánicos para los cuales fueron fundados y hoy en día se manejan de manera antojadiza, por caprichos políticos y bajo la sombra de la corrupción y el narcotráfico, donde por primera vez se ha visto a una gran cantidad de militares, en los últimos 20 años, involucrados de manera directa en casos de narcotráfico y corrupción institucional.
En cuanto a la Dirección Central Fronteriza (CEFRONT), ha sido totalmente un fracaso, ya que no son más que negociadores y los principales cabecillas de trata de personas de nacionales haitianos entre la frontera de nuestro país, siendo estos los llamados a mantener el orden en dicha frontera y preservar nuestra soberanía.
Todas las leyes emanan del Poder Legislativo, compuesto por dos cámaras en el Congreso Dominicano: la Cámara Baja, compuesta por la Cámara de Diputados, y la Alta, por la Cámara del Senado. Se supone que estos notables congresistas son los que están llamados a representar al pueblo dominicano y fiscalizar los bienes del Estado.
Hoy en día, nuestro Congreso Dominicano es una jauría de buitres, donde solo ven por sus intereses personales, y la mayoría de las leyes que someten son propias de sus ambiciones oscuras, donde sus proporciones favorecen en alto porcentaje a sus intereses y dejan unas migajas para el pueblo dominicano. Nuestro Congreso está contaminado por la corrupción al más alto nivel, con escándalos de prestaciones internacionales sin la debida justificación, préstamos que han aprobado sin tan siquiera leer. Son pocos los proyectos de ley que se aprueban con la debida transparencia. El Congreso Dominicano no es más que una parcela o una finca donde cada cual tiene su toro y su vaca: empresarios, partidos políticos y capos.
Los escándalos de corrupción han permeado los tres poderes del Estado:
- El Ejecutivo.
- El Legislativo.
- Y el Poder Judicial.
El Poder Judicial es el rector, compuesto por jueces, fiscales y abogados ayudantes, a través de la Suprema Corte de Justicia, la Procuraduría General de la República y el Ministerio Público, órganos vitales para mantener un equilibrio de equidad y justicia entre una parte y otra.
Da pena que el gobierno actual dio como esperanza una justicia independiente, cuando no es así. Al igual que los otros poderes del Estado, este no está exento de manchas negras.
Aunque hay muy buena voluntad por parte de su titular, entre jueces y fiscales que componen este organismo judicial, es muy lamentable que las garras negras de los poderes políticos y empresariales muevan sus tentáculos e hilos cuando se trata de proteger a uno de los suyos y su clase, contrario a un simple ciudadano de a pie, que se ve condenado a cumplir años de sentencia en una de las peores cárceles por robarse un salami o una gallina para dar de comer a sus hijos. Con esto no digo que tenemos el peor sistema de justicia, pero le faltan muchos componentes para que sea un sistema de justicia verdaderamente democrático para todos los dominicanos.
Hemos perdido totalmente el control de nuestros jóvenes, los que están llamados a ser los sucesores, por leyes contaminadas que, por lineamientos de fuerzas internacionales, nos obligan a bajar la guardia y, con ello, se han perdido los valores, costumbres y formación.